Es
un siglo de cambio; época de crisis, expansión demográfica y
económica. Pero a finales de siglo comienza una regresión a toda
esta expansión y prosperidad ya iniciada en el s.XIII. Hubo
innovaciones en la artesanía y la técnica que sentarán las bases
para el desarrollo de la ciencia en el Renacimiento.
Europa
era una sociedad esencialmente rural, a pesar de todo, y los grandes
azotes afectaron al campo provocando la emigración a las urbes. La
sociedad feudal estaba ya desfasada, se adaptaba mal a los cambios, y
la burguesía empujaba con fuerza, aunque los feudales intentaban
imitar los gustos burgueses.
Las
cosechas comenzaron a perderse, y las fuertes lluvias provocaron una
hambruna y muerte por toda Europa. La Guerra de los Cien Años fue
otro de los desastres que contribuyeron a esta crisis. Los campos
eran devastados y había que pagar enormes impuestos, sin contar con
los saqueos de los mercenarios. La peste fue devastadora, y ha sido
considerada como el principal factor en la depresión económica.
En
este clima de terror y angustia, la exaltación violenta de las masas
era fácil. Aparecen los llamados “flagelantes”, que recorrían
Europa fustigándose e implorando perdón. Toda esta situación
también tuvo su reflejo en la literatura, de modo que aparecen las
“Danzas de la muerte”.
La
tensión entre aristocracia y pueblo era cada vez más fuerte, puesto
que éste se revelaba a pagar impuestos, que ya no tenían razón de
ser. Muchas veces, los señores acusaban a la Iglesia (espirituales)
de animar a las masas a la sublevación; los monjes llevaban una vida
miserable cercana a la del pueblo.
La
expansión urbana es innegable, atraían gente de los pueblos,
diversificaban sus actividades y eran foco de exaltación política.
Había vagabundos, patricios, señores y plebe.
El
pueblo es una especie de proletariado. Los señores se diferencian
mucho del pueblo, se dedican a la banca, tienen lujos, controlan el
poder político; y el pueblo se siente ajeno y además está sometido
a impuestos. El pueblo está dividido en aprendices y oficiales; casi
era imposible acceder a la maestría y la situación laboral es de lo
más precaria. Empieza a jerarquizarse el trabajo.
Ante
esta situación, la Iglesia optaba por apoyarse en la burguesía; fue
muy criticada por su riqueza y abuso de poder. Es la época de las
predicaciones, fundamentalmente los evangelios. Aunque ciertos grupos
espirituales y franciscanos apoyaran las revueltas, en el plano
político eran muy conservadores.
El
s.XIV sería la antesala de la Reforma; se desarrolla el misticismo y
una nueva forma de piedad que tiende hacia el intimismo. Se tiende a
cuestionar al sacerdote como mediador entre Dios y el hombre.
Se
produce un cisma con un Papa en Roma y otro en Avignon, y los
cristianos empiezan a valorar mucho los concilios; la Iglesia piensa
cada vez más en que el Papa debería someterse a lo acordado en un
concilio general.
Comienza
a destacar Marsilio de Padua, quien defiende la “democratización”
de la Iglesia, una vuelta a la pobreza, etc. Fue condenado por
herejía al igual que su obra.
Los
cristianos buscaban asociarse en grupos y lo hacen en cofradías. Se
multiplican mucho. Se radicaliza el culto a la pasión de Cristo y se
discute sobre ella.
Se
multiplican las universidades, se fomenta el desarrollo de las
lenguas vernáculas en detrimento del latín, se obtienen
subvenciones por parte de los monarcas, y toman partido político.
Esto se ha llamado “aristocratización” de la universidad. Se
obtienen preferencias y favoritismos; los profesores llevan una vida
de lujo y ostentación.
La
ciencia, el conocimiento, era algo que aumentaba el prestigio social,
pero la universidad estaba corrupta.
No
hay tantas personalidades que destacan como grupos (dominicos,
tomistas, escotistas, los ermitaños de San Agustín, los seguidores
de Enrique de Gante), estos grupos y otros son considerados la “vía
antigua”, pero también aparece un nuevo movimiento llamado la “vía
moderna” asociado indiscutiblemente a Guillermo de Ockham.
La
vía moderna como movimiento procede de Oxford, dominada por los
franciscanos y dedicado al estudio naturalista. Esta vía moderna se
relaciona con temas políticos (lucha entre el emperador y el papa)
y optaban porque el poder terrenal tuviera plena autonomía.
En
el s.XIV se pierde el carácter sistematizador del s.XIII. Se
separará de forma rotunda fe y razón, Aristóteles pierde
importancia y se avanza hacia la idea de crear una teología
científica.
Se
desarrolla el fideísmo (logicismo, empirismo y misticismo); hay
escepticismo y desinterés por la sistematización, la razón no
tiene cabida en la teología. Hay una profunda religiosidad que
conduce a un desprecio de la razón en la mayoría de las cosas.
El
nominalismo, movimiento que se desarrolla, trata muchos más temas
que el de los universales. Va contra los realistas del s.XIII; no
niegan la existencia de los universales, y se orientan hacia la
crítica. La metafísica tiende a dejar su puesto a la lógica.
Defienden que en sistemas anteriores, cuando se habla de Dios, sus
atributos, etc, se argumenta erróneamente llegando a conclusiones
que no se derivan de las premisas. Dios existe para el que cree, y a
él se llega por la fe.
DUNS
SCOTO
Para
Duns Scoto (1266-1308) cuando desde la filosofía se habla de Dios,
es un Dios fisicalista, y no es el Dios cristiano porque de éste
sólo podemos hablar desde la fe.
Su
sistema metafísico es el último de la filosofía medieval; se
propone construir un sistema filosófico sólido, coherente, para
explicar todo lo real. Toma aspectos de Aristóteles, y, para
algunos, su obra es una réplica a Santo Tomás; Scoto perteneció a
los franciscanos y está muy influenciado por San Agustín. Aveces se
le ha comparado con Kant.
Para
Scoto, hay que separar el orden de la fe (orden práctico desde el
que se hace la teología) del orden de la razón (desde el que se
hace la metafísica). Lo teórico es dominio de la necesidad, y lo
práctico está presidido por la libertad. La actividad práctica por
excelencia es la teología, cuyo objetivo es orientar al hombre en
sus acciones para que pueda salvarse.
Todo
lo que no es susceptible de un riguroso procedimiento demostrativo
pertenece a un dominio, el de la voluntad humana, donde se da la
contingencia y el azar. La metafísica nunca podrá mostrarnos a Dios
en tanto Dios, sino que sólo podemos hablar del ser en cuanto ser;
sin embargo en la teología sí podemos hablar de Dios.
No
admite la teoría de la iluminación y se aleja de Santo Tomás en
que las realidades singulares pueden ser conocidas por el
entendimiento. El entendimiento por intuición hace que el hombre vea
el objeto como es en sí mismo. El entendimiento puede ser:
- Entendimiento intuitivo
- Entendimiento abstracto
Defiende
la primacía de la voluntad frente al entendimiento. La esencia de la
voluntad es la libertad, y por esto es superior al entendimiento, que
no es libre en realidad, sino que acepta la verdad de un problema.
En
Scoto hay una actitud crítica contra los sistemas filosóficos, pero
ello no excluye una vocación sistemática de la que carece Guillermo
de Ockham. La actitud de éste va a ser diferente, huye del
sistematismo y va a inaugurar el criticismo en filosofía.
El
criticismo del s.XIV va a ser una consecuencia tras el descubrimiento
de Aristóteles. Tras siglos de agustinismo, Aristóteles es una
filosofía que nada tiene que ver con los textos sagrados, sino que
tiene que ver con la razón. Así, la razón y la fe pueden funcionar
por separado. La filosofía se descubre como una actividad
fundamentalmente crítica que debe revisarse a sí misma, sus
presupuestos y sus conclusiones.
La
filosofía cristiana vio un gran peligro en la filosofía; se fomentó
el misticismo, pero no como una actividad acorde con la filosofía,
sino como una alternativa a ella.
Para
Scoto, se puede demostrar la existencia de Dios de modo general, y
recoge el argumento ontológico de San Anselmo modificándolo. A los
atributos que Dios posee, (como bondad, etc) se llega por la fe; no
pueden ser demostrados por vía racional.
GUILLERMO
DE OCKHAM
Libertad
de la Investigación
Ockham,
junto con Scoto, ha llevado a cabo la disolución de la escolástica.
Para ello recurre a la experiencia, que constituye el rasgo
fundamental de su procedimiento; pone el fundamento de todo
conocimiento en la experiencia, y rechaza como objeto de todo
conocimiento posible a todo aquello que trasciende los límites de la
propia experiencia.
Al
empirismo, que es el fundamento de su filosofía, Ockham llegó
partiendo de una exigencia de libertad que es el centro de su
personalidad. Tal exigencia domina todos sus puntos de vista.
Una
sola proposición dominó toda su actividad: la aspiración a la
libertad de la investigación filosófica y de la vida religiosa.
Pero la condición de la libertad de la investigación filosófica es
el empirismo, ya que una investigación que no recoge ya como guía a
la verdad revelada no puede tomar por guía más que la realidad
misma en que el hombre vive, como se nos da por la experiencia.
La
Doctrina del Conocimiento Intuitivo
Para
formular su doctrina de la experiencia, se sirve de la distinción
entre conocimiento intuitivo y conocimiento abstracto.
El
conocimiento intuitivo es aquél mediante el cual se conoce con toda
evidencia si la cosa existe o no, y que permite al entendimiento
juzgar inmediatamente sobre la realidad o irrealidad del objeto.
Permite, además, conocer la inherencia de una cosa a otra; la
distancia espacial o cualquier otra relación entre las cosas
particulares. Puede ser perfecto o imperfecto:
- El conocimiento intuitivo perfecto es la experiencia, principio del arte y de la ciencia, y tiene siempre por objeto una realidad actual y presente.
- El conocimiento intuitivo imperfecto es aquel que se refiere a un objeto pasado.
Entre
ambos se da una relación de derivación: todo conocimiento intuitivo
imperfecto procede de una experiencia. Esta misma relación de
derivación existe entre el conocimiento intuitivo y el conocimiento
abstractivo, que es aquel que prescinde de la realidad o irrealidad
del objeto. El conocimiento abstractivo procede del intuitivo, y sólo
se puede tener conocimiento abstractivo si previamente se ha tenido
conocimiento intuitivo.
La
función del entendimiento no es puramente abstractiva, sino que el
entendimiento puede conocer intuitivamente las cosas singulares que
son objetos de conocimiento sensible, porque si no las conociera no
podría formular sobre ellas ningún juicio determinado.
El
entendimiento conoce también intuitivamente sus propios actos, y, en
general, todos los movimientos inmediatos del espíritu (placer,
dolor, odio,…) El concepto mismo de conocimiento intuitivo implica
una relación inmediata entre el sujeto que conoce y la realidad
conocida, negando cualquier otro intermediario en el conocimiento (es
famosa la “navaja de Ockham). El valor cognoscitivo que tendría
ese intermediario sería nulo puesto que, por ejemplo, la estatua de
Hércules no conduciría nunca al conocimiento de Heracles si éste
no fuera conocido previamente.
La
realidad misma debe ser, como tal, inmediatamente presente al
conocimiento si éste debe tener el pleno y absoluto valor de verdad.
Los
Universales
Ockham
critica a aquellas doctrinas que reconocer al universal cualquier
grado de realidad. Para Ockham, la realidad del universal es
contradictoria y debe ser radical y totalmente excluida. Entonces
¿Qué valor tiene el concepto? No niega que el concepto tenga una
realidad mental; esto es, que exista sustancialmente o realmente en
el alma. Pero esta realidad mental no es otra cosa que el acto del
entendimiento.
Ockham
se preocupa de garantizar la validez de un concepto. Si el concepto
del hombre sirve para indicar todos los hombres y no, por ejemplo,
los asnos, debe tener con los hombres una semejanza efectiva; y tal
semejanza debe existir también entre los hombres si todos pueden ser
representados igualmente bien por un único concepto.
Pero
esto no supone una realidad objetiva al universal, porque que un
concepto represente un determinado grupo de objetos, y no otro, no es
una cosa que pueda tener fundamento en la relación de los objetos
entre sí y con este concepto, ya que la relación misma no es más
que un concepto falto de realidad objetiva.
La
validez de un concepto no consiste en su realidad objetiva, sino que
el valor del concepto, la relación intrínseca con la realidad que
simboliza, está en su génesis. El concepto es el símbolo natural
de la cosa misma.
Disolución
del Problema Escolástico
La
posición empirista tan radical y coherente de Ockham debía conducir
a la disolución del problema escolástico. Puesto que el único
conocimiento posible es la experiencia y ésta nos revela la única
realidad cognoscible, cualquier otra realidad que transcienda a la
experiencia no puede alcanzarse por camino natural y humano.
Así,
Ockham afirma la heterogeneidad radical entre fe y razón, que no
pueden subsistir juntas.
La
fe religiosa podría ser demostrada si se tuviera un conocimiento
intuitivo de Dios y de la realidad sobrenatural, pero esto es
imposible para el hombre. Los milagros y la predicación, aunque
pueden producir la fe, no pueden producir el conocimiento evidente de
sus verdades; la evidencia no puede ir unida a la falsedad.
Las
verdades de fe no son evidentes por sí mismas, como los principios
de demostración; no son demostrables como las conclusiones de una
demostración, y no son probables porque pueden aparecer como falsas
a aquellos que se sirven de la razón natural.
El
problema escolástico es declarado por Ockham insoluble y desprovisto
de todo significado. La teología cesa de ser una ciencia y se
convierte en un puro acervo de nociones prácticas y especulativas,
desprovistas completamente de evidencia racional y de validez
empírica.
Incluso
las pruebas de la existencia de Dios no tienen ningún valor
demostrativo, ya que el conocimiento intuitivo de Dios no es dado al
hombre.
Crítica
de la Metafísica Tradicional
La
metafísica de Ockham es sobre todo una crítica a la metafísica
tradicional. Rechaza la distinción real entre esencia y existencia.
A
la pregunta por la existencia de una cosa no se puede responder si no
se posee el conocimiento intuitivo de esa cosa; esto es, si la cosa
no es percibida por algún sentido particular o, en caso de que se
trate de una realidad inteligible, si no es intuida por el
entendimiento de manera análoga a como la potencia visual ve el
objeto visible.
Este
principio empirista le sirve como canon crítico a los conceptos
metafísicos tradicionales. Así, la sustancia no es conocida sino a
través de sus accidentes; por ejemplo, no conocemos el fuego en sí
mismo, sino el calor, que es accidente del fuego.
Otro
concepto metafísico fundamental, el de causa, tampoco posee, para
Ockham, validez empírica. Del conocimiento de un fenómeno nunca se
puede llegar al conocimiento de otro fenómeno que sea la causa o el
efecto del primero, ya que de nada se tiene conocimiento sino es a
través de la experiencia. Causa y efecto son dos cosas distintas
que, aunque relacionadas, exigen dos actos de experiencia distintos
para ser conocidas.
En
cuanto a los conceptos metafísicos aristotélicos de materia y
forma, se pronuncia del siguiente modo: Ockham insiste en la
individualidad de los principios metafísicos de la realidad; tantas
cuantas son las cosas engendradas, tantos son los principios. Estos
principios no pueden ser universales porque ningún universal es
real, y ningún universal puede ser principio de una realiad
individual. Por tanto, deben ser individuales, lo que significa que
son numéricamente diversos en los distintos individuos, o que la
materia y la forma de una cosa son distintas de las de otra.
Ockham
también hace una crítica a la causa final aristotélica y a la
causalidad teleológica, donde dice que no es demostrable puesto que
los agentes naturales, faltos como están de conocimiento, producen
sus efectos independientemente del conocimiento de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario