domingo, 22 de diciembre de 2013

El siglo XIV: Duns Escoto y Guillermo de Ockham

Es un siglo de cambio; época de crisis, expansión demográfica y económica. Pero a finales de siglo comienza una regresión a toda esta expansión y prosperidad ya iniciada en el s.XIII. Hubo innovaciones en la artesanía y la técnica que sentarán las bases para el desarrollo de la ciencia en el Renacimiento.
Europa era una sociedad esencialmente rural, a pesar de todo, y los grandes azotes afectaron al campo provocando la emigración a las urbes. La sociedad feudal estaba ya desfasada, se adaptaba mal a los cambios, y la burguesía empujaba con fuerza, aunque los feudales intentaban imitar los gustos burgueses.
Las cosechas comenzaron a perderse, y las fuertes lluvias provocaron una hambruna y muerte por toda Europa. La Guerra de los Cien Años fue otro de los desastres que contribuyeron a esta crisis. Los campos eran devastados y había que pagar enormes impuestos, sin contar con los saqueos de los mercenarios. La peste fue devastadora, y ha sido considerada como el principal factor en la depresión económica.
En este clima de terror y angustia, la exaltación violenta de las masas era fácil. Aparecen los llamados “flagelantes”, que recorrían Europa fustigándose e implorando perdón. Toda esta situación también tuvo su reflejo en la literatura, de modo que aparecen las “Danzas de la muerte”.
La tensión entre aristocracia y pueblo era cada vez más fuerte, puesto que éste se revelaba a pagar impuestos, que ya no tenían razón de ser. Muchas veces, los señores acusaban a la Iglesia (espirituales) de animar a las masas a la sublevación; los monjes llevaban una vida miserable cercana a la del pueblo.


La expansión urbana es innegable, atraían gente de los pueblos, diversificaban sus actividades y eran foco de exaltación política. Había vagabundos, patricios, señores y plebe.
El pueblo es una especie de proletariado. Los señores se diferencian mucho del pueblo, se dedican a la banca, tienen lujos, controlan el poder político; y el pueblo se siente ajeno y además está sometido a impuestos. El pueblo está dividido en aprendices y oficiales; casi era imposible acceder a la maestría y la situación laboral es de lo más precaria. Empieza a jerarquizarse el trabajo.


Ante esta situación, la Iglesia optaba por apoyarse en la burguesía; fue muy criticada por su riqueza y abuso de poder. Es la época de las predicaciones, fundamentalmente los evangelios. Aunque ciertos grupos espirituales y franciscanos apoyaran las revueltas, en el plano político eran muy conservadores.
El s.XIV sería la antesala de la Reforma; se desarrolla el misticismo y una nueva forma de piedad que tiende hacia el intimismo. Se tiende a cuestionar al sacerdote como mediador entre Dios y el hombre.
Se produce un cisma con un Papa en Roma y otro en Avignon, y los cristianos empiezan a valorar mucho los concilios; la Iglesia piensa cada vez más en que el Papa debería someterse a lo acordado en un concilio general.
Comienza a destacar Marsilio de Padua, quien defiende la “democratización” de la Iglesia, una vuelta a la pobreza, etc. Fue condenado por herejía al igual que su obra.


Los cristianos buscaban asociarse en grupos y lo hacen en cofradías. Se multiplican mucho. Se radicaliza el culto a la pasión de Cristo y se discute sobre ella.
Se multiplican las universidades, se fomenta el desarrollo de las lenguas vernáculas en detrimento del latín, se obtienen subvenciones por parte de los monarcas, y toman partido político. Esto se ha llamado “aristocratización” de la universidad. Se obtienen preferencias y favoritismos; los profesores llevan una vida de lujo y ostentación.
La ciencia, el conocimiento, era algo que aumentaba el prestigio social, pero la universidad estaba corrupta.


No hay tantas personalidades que destacan como grupos (dominicos, tomistas, escotistas, los ermitaños de San Agustín, los seguidores de Enrique de Gante), estos grupos y otros son considerados la “vía antigua”, pero también aparece un nuevo movimiento llamado la “vía moderna” asociado indiscutiblemente a Guillermo de Ockham.
La vía moderna como movimiento procede de Oxford, dominada por los franciscanos y dedicado al estudio naturalista. Esta vía moderna se relaciona con temas políticos (lucha entre el emperador y el papa) y optaban porque el poder terrenal tuviera plena autonomía.


En el s.XIV se pierde el carácter sistematizador del s.XIII. Se separará de forma rotunda fe y razón, Aristóteles pierde importancia y se avanza hacia la idea de crear una teología científica.
Se desarrolla el fideísmo (logicismo, empirismo y misticismo); hay escepticismo y desinterés por la sistematización, la razón no tiene cabida en la teología. Hay una profunda religiosidad que conduce a un desprecio de la razón en la mayoría de las cosas.


El nominalismo, movimiento que se desarrolla, trata muchos más temas que el de los universales. Va contra los realistas del s.XIII; no niegan la existencia de los universales, y se orientan hacia la crítica. La metafísica tiende a dejar su puesto a la lógica. Defienden que en sistemas anteriores, cuando se habla de Dios, sus atributos, etc, se argumenta erróneamente llegando a conclusiones que no se derivan de las premisas. Dios existe para el que cree, y a él se llega por la fe.




    DUNS SCOTO
Para Duns Scoto (1266-1308) cuando desde la filosofía se habla de Dios, es un Dios fisicalista, y no es el Dios cristiano porque de éste sólo podemos hablar desde la fe.
Su sistema metafísico es el último de la filosofía medieval; se propone construir un sistema filosófico sólido, coherente, para explicar todo lo real. Toma aspectos de Aristóteles, y, para algunos, su obra es una réplica a Santo Tomás; Scoto perteneció a los franciscanos y está muy influenciado por San Agustín. Aveces se le ha comparado con Kant.

Para Scoto, hay que separar el orden de la fe (orden práctico desde el que se hace la teología) del orden de la razón (desde el que se hace la metafísica). Lo teórico es dominio de la necesidad, y lo práctico está presidido por la libertad. La actividad práctica por excelencia es la teología, cuyo objetivo es orientar al hombre en sus acciones para que pueda salvarse.
Todo lo que no es susceptible de un riguroso procedimiento demostrativo pertenece a un dominio, el de la voluntad humana, donde se da la contingencia y el azar. La metafísica nunca podrá mostrarnos a Dios en tanto Dios, sino que sólo podemos hablar del ser en cuanto ser; sin embargo en la teología sí podemos hablar de Dios.


No admite la teoría de la iluminación y se aleja de Santo Tomás en que las realidades singulares pueden ser conocidas por el entendimiento. El entendimiento por intuición hace que el hombre vea el objeto como es en sí mismo. El entendimiento puede ser:
  • Entendimiento intuitivo
  • Entendimiento abstracto


Defiende la primacía de la voluntad frente al entendimiento. La esencia de la voluntad es la libertad, y por esto es superior al entendimiento, que no es libre en realidad, sino que acepta la verdad de un problema.
En Scoto hay una actitud crítica contra los sistemas filosóficos, pero ello no excluye una vocación sistemática de la que carece Guillermo de Ockham. La actitud de éste va a ser diferente, huye del sistematismo y va a inaugurar el criticismo en filosofía.


El criticismo del s.XIV va a ser una consecuencia tras el descubrimiento de Aristóteles. Tras siglos de agustinismo, Aristóteles es una filosofía que nada tiene que ver con los textos sagrados, sino que tiene que ver con la razón. Así, la razón y la fe pueden funcionar por separado. La filosofía se descubre como una actividad fundamentalmente crítica que debe revisarse a sí misma, sus presupuestos y sus conclusiones.
La filosofía cristiana vio un gran peligro en la filosofía; se fomentó el misticismo, pero no como una actividad acorde con la filosofía, sino como una alternativa a ella.


Para Scoto, se puede demostrar la existencia de Dios de modo general, y recoge el argumento ontológico de San Anselmo modificándolo. A los atributos que Dios posee, (como bondad, etc) se llega por la fe; no pueden ser demostrados por vía racional.


    GUILLERMO DE OCKHAM
Libertad de la Investigación
Ockham, junto con Scoto, ha llevado a cabo la disolución de la escolástica. Para ello recurre a la experiencia, que constituye el rasgo fundamental de su procedimiento; pone el fundamento de todo conocimiento en la experiencia, y rechaza como objeto de todo conocimiento posible a todo aquello que trasciende los límites de la propia experiencia.
Al empirismo, que es el fundamento de su filosofía, Ockham llegó partiendo de una exigencia de libertad que es el centro de su personalidad. Tal exigencia domina todos sus puntos de vista.
Una sola proposición dominó toda su actividad: la aspiración a la libertad de la investigación filosófica y de la vida religiosa. Pero la condición de la libertad de la investigación filosófica es el empirismo, ya que una investigación que no recoge ya como guía a la verdad revelada no puede tomar por guía más que la realidad misma en que el hombre vive, como se nos da por la experiencia.
La Doctrina del Conocimiento Intuitivo
Para formular su doctrina de la experiencia, se sirve de la distinción entre conocimiento intuitivo y conocimiento abstracto.
El conocimiento intuitivo es aquél mediante el cual se conoce con toda evidencia si la cosa existe o no, y que permite al entendimiento juzgar inmediatamente sobre la realidad o irrealidad del objeto. Permite, además, conocer la inherencia de una cosa a otra; la distancia espacial o cualquier otra relación entre las cosas particulares. Puede ser perfecto o imperfecto:


  • El conocimiento intuitivo perfecto es la experiencia, principio del arte y de la ciencia, y tiene siempre por objeto una realidad actual y presente.
  • El conocimiento intuitivo imperfecto es aquel que se refiere a un objeto pasado.


Entre ambos se da una relación de derivación: todo conocimiento intuitivo imperfecto procede de una experiencia. Esta misma relación de derivación existe entre el conocimiento intuitivo y el conocimiento abstractivo, que es aquel que prescinde de la realidad o irrealidad del objeto. El conocimiento abstractivo procede del intuitivo, y sólo se puede tener conocimiento abstractivo si previamente se ha tenido conocimiento intuitivo.


La función del entendimiento no es puramente abstractiva, sino que el entendimiento puede conocer intuitivamente las cosas singulares que son objetos de conocimiento sensible, porque si no las conociera no podría formular sobre ellas ningún juicio determinado.
El entendimiento conoce también intuitivamente sus propios actos, y, en general, todos los movimientos inmediatos del espíritu (placer, dolor, odio,…) El concepto mismo de conocimiento intuitivo implica una relación inmediata entre el sujeto que conoce y la realidad conocida, negando cualquier otro intermediario en el conocimiento (es famosa la “navaja de Ockham). El valor cognoscitivo que tendría ese intermediario sería nulo puesto que, por ejemplo, la estatua de Hércules no conduciría nunca al conocimiento de Heracles si éste no fuera conocido previamente.


La realidad misma debe ser, como tal, inmediatamente presente al conocimiento si éste debe tener el pleno y absoluto valor de verdad.


Los Universales
Ockham critica a aquellas doctrinas que reconocer al universal cualquier grado de realidad. Para Ockham, la realidad del universal es contradictoria y debe ser radical y totalmente excluida. Entonces ¿Qué valor tiene el concepto? No niega que el concepto tenga una realidad mental; esto es, que exista sustancialmente o realmente en el alma. Pero esta realidad mental no es otra cosa que el acto del entendimiento.


Ockham se preocupa de garantizar la validez de un concepto. Si el concepto del hombre sirve para indicar todos los hombres y no, por ejemplo, los asnos, debe tener con los hombres una semejanza efectiva; y tal semejanza debe existir también entre los hombres si todos pueden ser representados igualmente bien por un único concepto.
Pero esto no supone una realidad objetiva al universal, porque que un concepto represente un determinado grupo de objetos, y no otro, no es una cosa que pueda tener fundamento en la relación de los objetos entre sí y con este concepto, ya que la relación misma no es más que un concepto falto de realidad objetiva.
La validez de un concepto no consiste en su realidad objetiva, sino que el valor del concepto, la relación intrínseca con la realidad que simboliza, está en su génesis. El concepto es el símbolo natural de la cosa misma.


Disolución del Problema Escolástico
La posición empirista tan radical y coherente de Ockham debía conducir a la disolución del problema escolástico. Puesto que el único conocimiento posible es la experiencia y ésta nos revela la única realidad cognoscible, cualquier otra realidad que transcienda a la experiencia no puede alcanzarse por camino natural y humano.
Así, Ockham afirma la heterogeneidad radical entre fe y razón, que no pueden subsistir juntas.
La fe religiosa podría ser demostrada si se tuviera un conocimiento intuitivo de Dios y de la realidad sobrenatural, pero esto es imposible para el hombre. Los milagros y la predicación, aunque pueden producir la fe, no pueden producir el conocimiento evidente de sus verdades; la evidencia no puede ir unida a la falsedad.
Las verdades de fe no son evidentes por sí mismas, como los principios de demostración; no son demostrables como las conclusiones de una demostración, y no son probables porque pueden aparecer como falsas a aquellos que se sirven de la razón natural.


El problema escolástico es declarado por Ockham insoluble y desprovisto de todo significado. La teología cesa de ser una ciencia y se convierte en un puro acervo de nociones prácticas y especulativas, desprovistas completamente de evidencia racional y de validez empírica.
Incluso las pruebas de la existencia de Dios no tienen ningún valor demostrativo, ya que el conocimiento intuitivo de Dios no es dado al hombre.


Crítica de la Metafísica Tradicional
La metafísica de Ockham es sobre todo una crítica a la metafísica tradicional. Rechaza la distinción real entre esencia y existencia.
A la pregunta por la existencia de una cosa no se puede responder si no se posee el conocimiento intuitivo de esa cosa; esto es, si la cosa no es percibida por algún sentido particular o, en caso de que se trate de una realidad inteligible, si no es intuida por el entendimiento de manera análoga a como la potencia visual ve el objeto visible.
Este principio empirista le sirve como canon crítico a los conceptos metafísicos tradicionales. Así, la sustancia no es conocida sino a través de sus accidentes; por ejemplo, no conocemos el fuego en sí mismo, sino el calor, que es accidente del fuego.


Otro concepto metafísico fundamental, el de causa, tampoco posee, para Ockham, validez empírica. Del conocimiento de un fenómeno nunca se puede llegar al conocimiento de otro fenómeno que sea la causa o el efecto del primero, ya que de nada se tiene conocimiento sino es a través de la experiencia. Causa y efecto son dos cosas distintas que, aunque relacionadas, exigen dos actos de experiencia distintos para ser conocidas.


En cuanto a los conceptos metafísicos aristotélicos de materia y forma, se pronuncia del siguiente modo: Ockham insiste en la individualidad de los principios metafísicos de la realidad; tantas cuantas son las cosas engendradas, tantos son los principios. Estos principios no pueden ser universales porque ningún universal es real, y ningún universal puede ser principio de una realiad individual. Por tanto, deben ser individuales, lo que significa que son numéricamente diversos en los distintos individuos, o que la materia y la forma de una cosa son distintas de las de otra.


Ockham también hace una crítica a la causa final aristotélica y a la causalidad teleológica, donde dice que no es demostrable puesto que los agentes naturales, faltos como están de conocimiento, producen sus efectos independientemente del conocimiento de Dios.



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