Su trabajo se distribuye en obras en italiano y en obras en latín, aunque las más difundidas son las obras en italiano. Entre las obras latinas hay alguna que es importante para comprender ciertas cuestiones metafísicas del pensamiento de G. Bruno.
Su personalidad, en la
cultura de la época, es la de un fraile dominico que se enclaustra
voluntariamente y se escapa de Italia tras una crisis espiritual que
le lleva al rechazo de la teología, lo cual le lleva a una vida
errante por las universidades europeas. Es un personaje académico,
pero que critica buena parte de la cultura académica, es decir,
critica lo académico del momento. Se va a París y luego a Oxford,
donde escribe los diálogos italianos, que suponen su filosofía más
influyente, por no decir las obras centrales de su filosofía. De
nuevo regresa a París, tras lo cual vuelve a Venecia y acepta la
invitación de un noble veneciano que le llama debido a su creciente
fama, ya que desea aprender los procedimientos del dominio de la
naturaleza, que entonces caían bajo la sospecha de la heterodoxia.
Este noble denuncia a G.Bruno a la Inquisición de Venecia y, a
partir de aquí, comienzan sus siete años de proceso ante la
Inquisición romana, durante los cuales Bruno se niega a rectificar
y, por ello, es quemado vivo en el año1600. La Iglesia se opone a
sus concepciones metafísicas del mundo, no a su ciencia.
Estas alusiones nos
introducen en una cuestión fundamental para la exposición del
pensamiento de G.Bruno, ya que cuando tratamos de hablar de Bruno
como representante de un naturalismo que se opone al humanismo de
Montaigne, podríamos pensar que el naturalismo era un pensamiento
centrado en la filosofía de la naturaleza, no en la filosofía del
hombre. En esa filosofía de la naturaleza, algún autor consideró
cuestiones acerca de que en él habría asociaciones de doctrinas o
teorías que aparecerían asociadas a la historia. Por ejemplo, en el
pensamiento de G.Bruno, hay motivos neoplatónicos acerca de la
naturaleza, pero el neoplatonismo medieval iba asociado a una última
hipóstasis que supone que la Tierra es inferior aunque centro del
mundo físico, mientras que Bruno defiende el heliocentrismo
copernicano dándole especial importancia, ya que no sólo es una
corriente, sino que tiene una importancia metafísica. También
podría hacerse alusión a una opción continuista del ser similar a
la de Parménides, pero estaría conjugada con una teoría de los
átomos discontinuista, con lo cual quedan de manifiesto distintas
teorías supuestamente contradictorias. Así, el pensamiento de
G.Bruno está dotado, a simple vista, de multitud de paradojas, las
cuales se limitarían recurriendo al hermetismo que establece Bruno.
Pico de la Mirandolla
consideraba la filosofía naturalista como magia, y afirma que la
magia es concebir la naturaleza como animada por fuerzas naturales,
que son las fuerzas de la simpatía, empatía, etc. La naturaleza es
un animal viviente, y el mago maneja las fuerzas naturales. Por su
parte, Telesio establece que las fuerzas de la naturaleza son fuerzas
interiores, no exteriores, son fuerzas espirituales que están en su
interior. Así, el hombre es parte de la naturaleza y, por ello,
puede conocerla y verse como parte de ella. En Telesio encontramos
una concepción animista de la naturaleza. Bruno supone una
concepción hermética que sería una prolongación de Pico y
Telesio.
Desde hace tiempo, las
interpretaciones de G.Bruno afirman que su pensamiento habría que
ligarlo a una concepción de la naturaleza que promueve una manera de
conocerla y dominarla. La pasión que suscita en Bruno el hecho de
filosofar sería concebir la naturaleza como viva, y considerar las
fuerzas intrínsecas que la animan, con las que se puede comunicar y
a las que está sometido, siendo parte de la naturaleza.
Esta tendencia a ver en
Bruno la presencia de la magia y la hermética chocaría con la
versión que se habría extendido, es decir, el racionalismo. Parece
que a Bruno sus doctrinas le habrían llevado a la hoguera, ya que,
si la Iglesia se opuso a Bruno, no fue a causa de la defensa de la
ciencia natural a secas, sino a que sostuvo unas implicaciones
metafísicas del pensamiento científico con las que la Iglesia se ve
comprometida.
Bruno, al defender el
copernicanismo, lo extendía y daba una importancia de totalidad
oponiéndose a la Biblia. Más que científico positivo es un
ideólogo científico, y es más doctrinario que Galileo, ya que
defiende sus afirmaciones con la vida. El hecho de dar la vida por su
pensamiento lo hace quizás porque no estaba tan seguro, con lo que
el hecho de sentirse mártir sería como una afirmación de su
pensamiento. Así, Bruno supone un compromiso moral con su
pensamiento dando, por ello, la vida. Sin embargo, en Montaigne, el
compromiso moral supone anteponer su vida a las cosas y buscar la
mejor manera de vivir.
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Copérnico (1473-1543)
En 1543, poco antes de
morir, Copérnico dio a la imprenta el “De revolutionibus orbium
coelestium”, en el que retomaba la antigua hipótesis heliocéntrica
sostenida por los pitagóricos y por Aristarco de Samotracia, y esto
es debido a:
- La creciente dificultad de conciliar la hipótesis geocéntrica de Ptolomeo con la observación de los fenómenos celestes.
- Asumiendo el principio de simplicidad y el de logicidad del ordenamiento divino del mundo, parecía absurdo que todo el universo debiese girar en torno a ese punto insignificante que, en comparación, es la Tierra.
En base al principio de la
relatividad del movimiento: todo cambio en el espacio puede ser
explicado por el movimiento de la cosa observada o bien por el
movimiento de quien la observa, hizo dos cosas:
- Planteó el triple movimiento de la Tierra: en torno a su eje, en torno al Sol y respecto al plano de la eclíptica.
- Mantuvo las tesis aristotélico-ptolemaicas de la existencia de esferas celestes y de la finitud del universo delimitado por el cielo inmóvil de las estrellas fijas.
Será Galileo, con sus
observaciones astronómicas, quien podrá dar las pruebas concretas
de la validez de la hipótesis heliocéntrica y desencadenar, así,
la polémica sobre el copernicanismo.
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Desde el punto de vista
filosófico, Bruno fue el primero en sacar todas las consecuencias de
las teorías copernicanas tomándolas como base para su propia tesis
de la infinitud de los mundos. La cosmología filosófica de los
siglos posteriores se desarrolló también como una elaboración de
la nueva visión del mundo inaugurada por Copérnico. La doctrina
eleática del Uno-Todo está paradójicamente unida a la del flujo
heraclitiano y a la rueda de nacimientos de Pitágoras en el marco de
un panteísmo dinámico en el que se mezclan elementos de platonismo
renacentista y de tradición hermética.
El naturalismo de G.Bruno no
es científico, como ciencia física que se impone con Galileo, sino
que es un metafísico precientífico. Existen dificultades en el
pensamiento de Bruno y hay muchos motivos de variada procedencia que
están juntos y, a veces, produce la sensación de incoherencia en su
obra. Su personalidad es tan fanática como la de sus opositores, con
lo que en él encontramos polémica y efervescencia, pareciendo estar
poseído de furor teológico “rabies theologarum”. El él está
la presencia de una inspiración neoplatónica (jerarquía de
hipóstasis como en Plotino) y también resalta su heliocentrismo
copernicano y una noción continuista y unitaria del ser a la manera
de Parménides, motivos atomísticos, …, posiciones opuestas (por
ejemplo, el neoplatonismo clásico no es heliocentrista, sino más
bien geocentrista, la materia terrestre aparece como degradación).
A pesar del fundamental
monismo y panteísmo, hallamos en Bruno una doctrina de la
trascendencia: más allá de la Mente inherente a las cosas, que
constituye una unidad con la naturaleza y de la que se ocupa la
filosofía, existe una Mente sobre las cosas, que en su esencia
escapa al pensamiento filosófico. En esta doctrina se ha visto
alternativamente la irrenunciabilidad a la dimensión de lo
trascendente propia de un pensamiento, de todos modos, religioso, o
bien residuos de tradición, homenajes verbales a la ideología
dominante.
G.Bruno es un reformador, y
su filosofía debe ser situada en el marco de dos grandes sucesos: la
revolución copernicana y la Reforma protestante, en el clima de
nuevos horizontes y de ruptura con la tradición. La reforma bruniana
tiene sus peculiaridades:
- Es una reforma cosmológica: un copernicanismo ampliado.
- Esta reforma cosmológica incluye una dimensión de reforma moral político-religiosa.
Bruno ve su filosofía como
el descubrimiento que marca el comienzo de un nuevo periodo de luz
tras una oscura noche de tinieblas. Frente al planteamiento galileano
de la reforma, reducido al problema del movimiento y de la
disposición real de los cielos sin implicaciones de naturaleza
política o religiosa, Bruno es un reformador total, y su adopción
del copernicanismo no es la que, más tarde, hará suya Galileo. Para
Bruno, Copérnico es la aurora que anuncia un futuro de luz y
conocimiento al que él mismo no puede llegar por las limitaciones de
“su discurso más matemático que natural”, limitaciones que
Bruno ha dejado atrás en su delineación de la reforma
cosmológico-religiosa:
- Fin del geocentrismo e imposición del heliocentrismo.
- Paso del finitismo aristotélico al infinito bruniano y fundamentación física del copernicanismo.
- Ocaso del cristianismo en tanto que religión cuyo destino se halla vinculado a las tinieblas (geocentrismo y finitud del cosmos), a la trascendencia de una divinidad miserable por su creación finita, a la negación del valor de las obras en la Reforma luterana y calvinista, al postulado de una jerarquía ontológica y de una moral ascética de renuncia y mortificación.
El hilo conductor, en las
distintas fases del pensamiento bruniano, es la idea de la infinitud
del mundo, de su unidad y animación y, en consecuencia, la idea de
una cosmología antiptolemaica y antiaristotélica y el rechazo del
autoritarismo doctrinario de la Iglesia y de la filosofía
escolástica.
Al universo aristotélico
finito y dividido (las esferas celestes de sustancia distinta al
mundo sublunar y los motores inmóviles), Bruno opuso la visión de
un universo infinito y unitario. Tal concepción está ya expuesta en
“De la causa”, donde, tras haber asimilado los conceptos de causa
y de principio al de Uno, no sólo rechaza la doctrina aristotélica
de las cuatro causas reduciendo la causa a causa final y la forma a
forma eficiente (el intelecto universal que actúa en cada cosa),
sino que remite también forma y materia a “un ser y una raíz”.
La forma es el alma universal, cuya principal facultad es el
intelecto, que mueve la materia desde el interior como artífice del
mundo que desde el interior de la semilla fabrica todos los cuerpos,
y éste es tan intrínseco a la materia que hace que en ella, como
potencia universal, se convierta en energía productora que expulsa
las formas desde su propio seno y se reviste de ellas. Forma y
materia no son dos substancias, sino más bien dos aspectos de la
substancia única, la naturaleza, cuyo carácter divino no deja de
ser celebrado por Bruno.
Bruno es panteísta, es uno
de los pensadores clásicos del panteísmo porque el objeto de su
especulación es la realidad como despliegue de dios. El dios de
Bruno no se distingue en nada de la naturaleza, por lo que Bruno es
un eslabón en la cadena del “deus sive natura”, e incluso llega
a afirmar que la naturaleza es dios mismo, o es la virtud de dividir
que se manifiesta en las mismas cosas. Así, dios es un objeto del
mundo, inmanente y no trascendente, pero sin ser un orden matemático,
con lo que la naturaleza es vista como un viviente, un alma racional
que anima al ser vivo.
La unidad del mundo parece
una unidad de sentido visto intuitivamente más que en sentido
matemático, y las diversas hipóstasis de las que habla Bruno al
modo neoplatónico tienen realidad en última instancia y se dan como
realidad de la vida del universo. Hay un principio vital que es un
ánima: la naturaleza sería como ser viviente. Por ello, el
panteísmo de Bruno no es propio de las concepciones deístas, en las
que dios aparece identificado con las leyes de la naturaleza, sino
que lo que anima al mundo es racional, pero no alude a los
procedimientos, y creer que la naturaleza animada por una razón
repercute en el estudio de esa naturaleza. En Bruno, se pasa de una
metafísica a otra. Este planteamiento tiene una serie de
consecuencias que se refieren a ciertas propiedades de ese mundo.
La perspectiva de Bruno es
más dinámica que mecánica, ya que considera el mundo animado por
una fuerza vital. Con Bruno se abre un dianamismo frente a la
concepción mecánico-estática, propia de Descartes y el
cartesianismo, donde el universo es una máquina que prescinde de la
metafísica clásica, donde hay geocentrismo.
Bruno se liga con Spinoza al
hablar del sistema dinámico de fuerzas, de lo que también hablará
Leibniz frente a Descartes. Los cartesianos veían que introduciendo
las fuerzas se introducen cualidades ocultas, con lo que se desplazan
de la línea científica. En la época, la discusión versó sobre la
idea de fuerza: si supone cualidades ocultas o no. en Bruno, esta
fuerza es infinita porque el mundo es infinito, es infinito y a la
vez es uno, es fuerza infinita en términos metafísicos y no plantea
problemas al hablar de la idea de unidad junto con al fuerza
infinita. En Bruno, esa sustancia, ese uno, es única e infinita de
acuerdo con el carácter divino de la naturaleza, y en el mundo
también hay átomos que unifican el universo, así, tiene rasgos
atomistas y animistas.
Esta teoría, en la que la
racionalidad del todo es la totalidad del todo racional, supone
consecuencias que repercuten sobre concepciones cosmológicas de la
época, pero repercuten sobre la metafísica. Esa actitud de Bruno le
lleva a aprovechar las tesis de Copérnico rectificando en algunas
cosas. Bruno valora conscientemente el pensamiento de Copérnico
porque en el prefacio de la obra de Copérnico el autor del prefacio
afirmaba que la tesis del heliocentrismo no debería tomarse como una
tesis que refleje la realidad. Bruno, en “La cena de las cenizas”,
escribe un diálogo donde habla de la teoría copernicana y establece
que el autor del prefacio es un asno que no sabe lo que dice. Bruno
afirma que el sistema copernicano sí es expresión de la realidad
porque, si sus razones son buenas, es que lo que dice es expresión
de la realidad. Ante esto, las consecuencias son múltiples.
Bruno es el primero que
valora en serio el pensamiento de Copérnico. Hasta ese momento,
solía considerarse la teoría heliocéntrica de Copérnico como algo
que no debía tomarse en sentido real, sino tan sólo como una
construcción mecánica destinada a salvar las apariencias, los
fenómenos. Bruno, en “La cena de las cenizas”, sorprende con
esta visión generalizada sobre Copérnico y su teoría afirmando que
el movimiento de la tierra alrededor del Sol es algo real.
Bruno modifica las
aportaciones que había realizado Copérnico a la teoría de las
esferas y a la de la última esfera del orbe, donde se consideraba
que estaban las estrellas fijas que constituían el techo o límite
del universo. Bruno rechaza el dualismo cielo/tierra implícito en la
astronomía tradicional, que consideraba al cielo como lugar de lo
incorruptible, y a la tierra como lugar de lo corruptible, así,
rechaza la idea de la tierra como centro y lugar corrupto.
Tradicionalmente, el
movimiento de los astros era considerado circular, y el de la tierra
rectilíneo. Para Bruno, estos movimientos pueden predicarse tanto de
los astros como de la tierra, además no hay un centro en el universo
porque es infinito y la posición relativa determina la posición del
mundo. En suma, todo esto tiene múltiples consecuencias, ya que
implica una revolución cosmológica. Lo que Bruno viene a decir,
desde la metafísica, es que el movimiento de los astros o cuerpos no
depende de un empujón que dios les de desde fuera, sino que es la
tendencia a moverse por sí mismos y es inmanente al mundo. Ahora
bien, la acción de dios es indisociable de las cosas del mundo en
cuanto que animadas.
Bruno concibe al mundo como
animado de una inteligencia que lo abraza, dotado de un alma como
principio formal y una materia como principio material. El
movimiento, al ser una tendencia, hace que esa forma no sea infundida
a la materia desde fuera, sino que brota de la materia misma: la
forma no puede subsistir separada de la materia, ni dios sin el
mundo, y la materia es pura potencia en el sentido de poder, de
fuerza. Esta unión indisoluble de materia y forma hace indisoluble a
dios de la naturaleza.
Bruno hace una serie de
observaciones y afirma que hay que desechar el dualismo aristotélico
cielo/tierra o mundo incorruptible/corruptible. Rechaza este dualismo
porque el mero hecho de meter los movimientos terrestres en los
celestes ya elimina ese dualismo, y ni la tierra es el centro del
mundo ni es la corrupción, sino que es un cuerpo que se mueve. Así,
se priva a la tierra de ciertas propiedades de la cosmología
tradicional.
Otra consecuencia es la
eliminación del dualismo movimiento rectilíneo/circular, con lo que
Copérnico iguala el movimiento de las dos zonas y prepara una nueva
física. Esto también es mantenido por Bruno, que defiende a
Copérnico en la eliminación de los dos movimientos.
Bruno establece que la
tierra, al igual que los astros, no es divina: hay divinización en
la naturaleza, pero también naturalización de dios. Para Bruno, los
movimientos de los astros se corresponden a la realidad y la
simplicidad de las figuras de los movimientos corresponden a una
simplicidad real. Bruno también se pregunta por qué conservar las
estrellas fijas, por qué no se mueven, con lo que rectifica a
Copérnico.
Otras consecuencias son, por
ejemplo, los conceptos de arriba y abajo, que no existirían en el
universo porque no hay perspectiva privilegiada y no hay centro del
mundo en un universo infinito, no hay movimiento relativo.
Todas estas afirmaciones que
Bruno realiza en “La cena de las cenizas” implican una revolución
mental, porque el orden cosmológico implica atentar contra el orden
teológico.
Bruno, en “La cena de las
cenizas”, defiende el sistema copernicano como expresión real, no
como construcción mental. Las consecuencias de esto están, por
ejemplo, ya implícitas en Nicolás de Cusa. Bruno modifica el
sentido de las afirmaciones de Copérnico y afirma que hay que
rechazar el dualismo de cielos/tierra, dualismo que implica que la
astronomía considerara el cielo como lugar de lo incorruptible y la
tierra como vil corruptible: niega que la tierra sea corruptible y
centro y, al cambiar la localización de la tierra, elimina estas
propiedades anteriores, con lo que se produce una desmitificación
del modelo tradicional. Al deshacerse del dualismo, queda anulada la
distinción entre clases de movimientos, queda destrozado el mundo de
las asociaciones metafísicas que comportaba el aspecto tradicional.
Comprender a Copérnico significaba tomarlo como punto de partida,
aplicar la revolución compernicana al conjunto de la realidad.
No hay centro del mundo
porque es infinito, el movimiento es relativo a la composición del
movimiento de la tierra respecto a otros cuerpos y todos los astros
están al mismo nivel y desaparece la distinción arriba/abajo del
cosmos, del universo, porque no hay perspectiva privilegiada y no hay
centro del mundo en un universo infinito. No hay trascendencia
divina: hay divinización de la naturaleza y naturalización de dios.
Decir que dios está dentro es como decir que el mundo se mueve por
sí mismo. Así, el principio del movimiento es la tendencia natural
y viviente a generarse y perpetuarse. Esta tendencia es la expresión,
es el animismo, la fuerza viva como esencia de los seres. Los cuerpos
tienen tendencia a moverse por sí mismos, aquí la acción de dios
es indisociable de la acción de las propias cosas del mundo. Los
movimientos de los astros se corresponden a la realidad y la
simplicidad real de las figuras. El panteísmo es una forma de
destruir a dios, es una manera de caminar al ateísmo.
Los astros están sometidos
a su propio dinamismo, es decir, el movimiento de la naturaleza no
depende de una causa extrínseca como pueda ser dios, sino que la
causa del movimiento es la tendencia natural y viviente a
perpetuarse, es decir, cada cuerpo tiene su movimiento y la esencia
de cada ser es dinámica (la esencia como potencia). Todos los seres
están afectados por este dinamismo. Bruno nos ofrece una formulación
metafísica en la que cada cuerpo tiende a perseverarse, y la
conservación en el ser es lo que produce el movimiento de los
cuerpos, que es algo intrínseco, no extrínseco.
La idea de la unidad y de la
infinitud de la naturaleza se encuentra en la raíz de su aceptación
entusiasta de la teoría de Copérnico y de su apasionado interés
por los descubrimientos de Tycho Brae sobre los cometas. En efecto,
la astronomía moderna se orientaba hacia el rechazo del geocentrismo
ptolemaico y escolástico y hacia el abandono de la teoría de las
esferas celestes y de su sustancial deformidad. Más bien indiferente
a los aspectos estrictamente científicos de la cosmología moderna,
Bruno fue un vivaz y valeroso defensor de ésta, por las
consecuencias que implicaba en el plano filosófico, por la imagen
del universo abierto que él mismo, por otro lado, no concebía como
heliocéntrico en cuanto infinito. En este universo, lo infinitamente
grande y lo infinitamente pequeño coinciden y, de este modo, también
la generación y la corrupción, el amor que une y el odio que
divide. Para Bruno, como para Nicolás de Cusa, en la unidad de lo
infinito, los opuestos coinciden. Estas tesis son desarrolladas en
“Sobre el infinito” y retomadas en “De inmenso”, donde la
discusión de las nuevas doctrinas astronómicas está subordinada a
la visión de la naturaleza en su infinita y universal fecundidad,
visión a la que deben referirse también los intentos de matemática
concreta y cualitativa que Bruno desarrolló en “De minimo” y en
“De monade”.
La opción por parte de
Bruno hacia el sistema de Copérnico no es totalmente astronómica,
pues el orden del mundo manifestado en Aristóteles, y adoptado por
la escolástica, y las afirmaciones bíblicas quedaban alteradas.
Los astros están sometidos
a su propio dinamismo, es decir, el movimiento de la naturaleza no
depende de una causa extrínseca (dios), sino que la causa del
movimiento es la tendencia natural y viviente a perpetuarse y
perpetuar: cada cuerpo tiene su movimiento y la esencia de cada ser
es dinámica (esencia como potencia). Bruno nos ofrece una
formulación metafísica donde cada cuerpo tiende a perseverarse, y
la conservación en el ser es lo que produce el movimiento de los
cuerpos como algo intrínseco.
La actuación de dios en el
mundo es diferente y le reduce la capacidad de obrar en la
naturaleza, que se manifiesta en todos sus seres. Esto supone una
caracterización de la esencia como principio de acción, no sólo
como variante estructural.
Bruno cree que la tierra
está hecha de la misma materia del cuerpo celeste, y esta
característica contradictoria se puede intentar salvar recurriendo
al aspecto mágico. Su posición es la siguiente: la naturaleza es el
lugar en el que subsumen contradicciones, donde concurren elementos
opuestos. Se debe considerar así la naturaleza, como un ser vivo, no
como un mecanismo. Bruno es un organicista, no un mecanicista
(relacionado con Telesio), y tiene una visión de la naturaleza como
armada por fuerzas iguales que las que hay en el hombre. El hombre
comunica con la naturaleza por identificación con diversas fuerzas,
por simpatía o apatía con ellas. El pananimismo hace que si todo
está animado, las partes también, con lo que el hombre tiene la
obligación de intentar tener influencia con la naturaleza.
Su visión de la naturaleza
se encuentra en un contexto cuasimístico, panteísta (identificación
con dios), es el suyo un panteísmo animista, y estas son las razones
por las que Bruno está considerado por el postkantismo o idealismo
alemán.
El objetivo último es la
compenetración con el alma del mundo, identificación pasional con
la naturaleza, con el amor que mueve al mundo y con el que hay que
comulgar. Bruno revela la falta de inocencia de la filosofía natural
copernicana, su ausencia de neutralidad, ya que él habría
propiciado el racionalismo siendo él no muy racionalista desde el
punto de vista de los procedimientos y de la actitud. Su visión de
la naturaleza como algo que integra planos del cielo, tierra, etc, es
el germen de la filosofía racionalista moderna. Bruno disocia el
neoplatonismo habitual (geocentrismo) y recupera ciertos elementos
platónicos (atomismo) en el “Timeo (corpúsculos como componentes
de la realidad).
En el punto central de la
física de Bruno se encuentra el panteísmo: hay un objeto
fundamental del conocimiento en general que es propiamente dios, un
dios que no se distingue de la naturaleza. Bruno está en la línea
“Deus sive natura”, en la línea de David de Dinat.
David
de Dinat→ Bruno→ Espinoza→ Idealismo alemán (Hegel, Schelling)
Deus sive materia → Deus
sive natura
Bruno
es el eslabón que lleva al panteísmo de Espinoza. El mismo Bruno
afirma que “la naturaleza es dios mismo o la virtud divina que se
manifiesta en las mismas cosas”. Dios es inmanente en la
naturaleza, no trascendente, y se despliega en hipóstasis, como el
Uno de Plotino) y al final aparece la materia. La naturaleza es el
orden inspirado por dios, que se identifica con ella. En Bruno, la
unidad del mundo es de carácter como una unidad de sentido, unidad
del espíritu verum forma.
El racionalismo moderno es
la conversión de dios en las leyes de la naturaleza (dios=leyes de
la mecánica), y con la racionalidad del mundo dios se evacua de
contenido religioso. Dios es el alma del mundo: dios, inteligencia y
alma son manifestaciones del dios mismo, espíritu con diversas
propiedades. Todas estas hipóstasis que informan el mundo se
reconducen a una unidad última que es la vida del universo (entidad
viviente con un principio vital o anima). El principio Uno es también
causa, pues Bruno es panteísta.
- Uno: principio o causa. La causa se asimila al principio:
- Causa/efecto: el efecto es externo a la causa (causalidad transitiva)
- Principio/principiado: lo principado es inmanente (causalidad inmanente)
1 y 2 son distinciones
importantes en el s.16.
Panteísmo animista: el
mundo es racional, es dios mismo. Pero esta propiedad racional o dios
es concebido como principio vital en el sentido animista. Racional es
un es un principio anímico inmanente al mundo y que lo impregna
todo, no hay nada de mecanicismo en él.
Dios es infinito y el mundo
infinito, pues la fuerza que actúa en el mundo es infinita y produce
infinitos efectos. Dentro de ese mundo también hay átomos, y cada
hombre tiene un alma que, al igual que el alma del mundo, aúna y
conexiona un conjunto de átomos.
Esta teoría de la animación
impulsó desarrollos del pensamiento de Bruno que afectan a la
astronomía de su época (en términos metafísicos).
Problema materia/forma
El mundo está animado por
un alma, el alma del mundo, que es el principio formal siendo los
cuerpos principio material. Esta forma y materia son entendidas de
forma parecida a David de Dinant: la forma no es infundida desde
fuera de la materia, sino que brota de la materia misma. La forma no
puede subsistir separada de la materia, la materia es informada por
la forma y a la vez la produce. La forma procede de la materia y la
materia es animada por la forma. Hay una unión indisoluble entre
materia y forma, y Dios que es indistinguible está unido a la
naturaleza.
E. Bloch hablaba de cierto
aristotelismo que él llamaba izquierda aristotélica consistente en
la idea de la reductio formarum ex materia.
En G. Bruno, uno de los
aspectos más importantes acerca del cosmos es el problema de la
materia y la forma: el mundo está animado por un espíritu, que es
la forma del mundo, que anima la materia, que está animada. Bruno se
mueve dentro de esa tendencia donde la materia es informada por la
forma, pero la forma no viene de otro lugar que la materia, es decir,
se deduce de la materia misma. La materia no subsiste sin la forma ni
la forma subsiste sin la materia.
La materia está considerada
en el sentido de potencia, no es actividad, sino pasividad. Las
formas se integran en dios, que constituye principio y uno, y, a
través de esto, se hace difícil distinguir a dios de la naturaleza.
Para Bruno, dios anima todas las cosas, y las formas particulares
surgen de la materia misma. La doctrina de la materia y la forma
manifiesta el carácter inmanente de las formas, que no proceden de
ninguna instancia trascendente a la materia. Así, subsiste la
división clásica entre materia y forma como dos principios que
componen la realidad y no pueden subsistir uno sin el otro. En Bruno,
la materia pasa a ser un principio activo, no meramente receptivo de
la forma.
La materia y la forma
coayudan al panteísmo de Bruno, porque todas esas formas
particulares del mundo se integran en una forma general, que es el
Uno, y no se sabe muy bien dónde empieza la materia y dónde la
forma. Hay como un principio energético, pero acaba subsumido en esa
forma o alma universal.
Toda esta metafísica de la
materia y la forma se presenta dentro de una concepción monista, que
ya no estará en Spinoza. Esta gigantesca unidad es en la que se
resuelven todos los aspectos contradictorios del mundo. La necesidad
de un principio que informe a la materia es tradicional, pero no es
lo mismo estar informada desde fuera que desde dentro. Podríamos
decir que el naturalismo de Bruno es materialismo, y, a diferencia de
Spinoza, el monismo de Bruno es mucho más claro.
La noción de la unidad en
relación con la pluralidad se desarrolla por Bruno en algunos
escritos y, en ellos, se ve un entusiasmo por la naturaleza y su
estudio. Todo esto habría que ponerlo en relación con algunas
versiones que Bruno da acerca de las relaciones entre unidad y
multiplicidad. La manera que tiene Bruno de dar cuenta de la
multiplicidad dentro de la unidad sigue un camino en el que se ve su
adscripción al ámbito hermético o neopitagórico. El camino que
Bruno sigue, para explicar el proceso que sigue el Uno para
desplegarse en multiplicidad, apela a nociones de tipo neopitagórico:
las entidades aparentemente matemáticas a las que alude no tienen ua
función matemática específica. Sería el camino de la observación,
el concepto de mínimo como algo en lo que, al final, consiste todo,
y es la idea de mínimo lo que conduce a la unidad. Hay mínimos
diversos, por ejemplo, el punto como mínimo de la magnitud, el átomo
como mínimo de los cuerpos, la unidad como mínimo de los números,
el Sol como mínimo de los astros, que tiene propiedades elementales
de las que participarían el resto de los astros. Los ámbitos de la
realidad se caracterizan porque tienen mínimo, por lo que se
comportan todos del mismo modo.
Para comprender el
despliegue real del Uno en lo múltiple, vuelve Bruno a emplear
conceptos neopitagóricos: el principio es la Unidad de donde brota
lo demás (jerarquía hipostática neoplatónica), con lo que el Uno
sería un principio metafísico. De lo Uno brota la díada, luego la
tríada,…, hasta la década. Esa naturaleza de energía infinita es
explicada por la tradición hermético-pitagórica.
Sobre la concepción monista
del mundo por parte de Bruno, cabe decir que aquí Bruno es
metafísico y da explicaciones delirantes de la ligazón entre unidad
y multiplicidad, concepción matemática dotada de propiedades
mágicas y, así, recurre a principios de tipo neopitagórico no
propiamente matemáticos. Sus explicaciones no se distinguen de las
explicaciones de los neopitagóricos y están provistas de un
significado mágico.
Hay un camino múltiple a la
consideración de la unidad: hay mínimos diversos, pero siempre hay
un mínimo en toda realidad. Así como todas las cosas se diferencian
por los mínimos, al ser mínimos todos los mínimos, se produce la
unidad. Aquí se refiere a mínimo en sentido metafísico. Lo uno es
el principio de todo, de éste brota la dualidad, la tríada…, es
una aritmología. Esta actitud de Bruno está unida a una actitud
favorable a la racionalización del mundo, sus ideas son el trasfondo
de la mecánica. Así, Bruno está preparando esta consideración,
aunque él mismo no sea un físico.
En virtud de todo esto, su
concepción del mundo es una concepción monista de la realidad. Aquí
es donde Bruno es declaradamente metafísico (relación
unidad-multiplicidad en el mundo). Utiliza nombres matemáticos, pero
desde una concepción neopitagórica y con connotaciones místicas.
Por ejemplo; el Uno es el principio del Todo. Aunque su actitud no
sea matemática estrictamente, es favorable a pensar en términos
matemáticos, mecánicos o científicos. Él no es científico ni
matemático, pero prepara esa actitud.
Por otra parte, en cuanto a
la filosofía sobre el hombre, la visión de Bruno tiene que ver con
el conocimiento de esa naturaleza, por lo que ve al hombre como parte
de ella, y el hombre tiene que comprenderla hasta llegar a ser uno
con ella. El objetivo del pensamiento es identificar conscientemente
aquello de lo que inconscientemente ya es parte, tiene que haber una
comprensión de esas filosofías naturales y una unión con ellas.
El panteísmo de Bruno tiene
que ver con su idea de hombre, que marca considerable distancia con
el humanismo: oposición humanismo/Bruno. Al humanismo clásico,
Bruno le reprocha que no es crítico, ya que los filósofos naturales
tienden a la oposición al filólogo, al amigo de las palabras. El
humanismo, en cuanto privilegio (educación que privilegia), fija
demasiado la atención en ciertos talentos del hombre que desatienden
la vinculación de éste con la naturaleza. El puesto del hombre en
el cosmos es aquél en que el ideal sería unirse, forzar los
secretos de la naturaleza para introducirse en su unidad, esto es,
identificarse y unirse con ese todo natural.
Aquí se ve la idea estoica
de renuncia al yo individual, al cuerpo. Se ve el reconocimiento de
la sumisión a un , aunque el de Bruno
adopta esas formas neopitagóricas. Así, la libertad sólo es en la
identificación con la naturaleza, es una especie de principio de
conocimiento de la naturaleza hasta llegar a identificarse con ella.
La única manera de dominar la naturaleza es comprenderla, y este
proyecto es totalmente opuesto al de Montaigne, es el afán fáustico
de conocer. Este conocimiento de la naturaleza aún no es crítico,
sino que es más bien místico.
Bruno desarrolla la idea de
libertad humana, traza estoica. Siendo la unión de la natura global,
una parte de ella no puede considerarse privilegiada, y creer que
podemos elegir libremente es una ilusión. La libertad humana supone
el conocimiento de que no hay libertad y de esa necesidad. Para
Bruno, el hombre alcanza su perfección cuando aspira al conocimiento
ilimitado de toda naturaleza intentando identificarse con ella. En
Bruno, el carácter ideológico, metafísico, de su visión de la
naturaleza es caldo de cultivo para la visión racionalista.
- Bruno: naturalismo estoico.
- Montaigne: humanismo escéptico
Esta tensión se verá en el
desarrollo del pensamiento moderno, tanto en el ámbito teológico
como en el de la filosofía natural.
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