Nació en el año 354 en
Tagaste (Argelia), aunque por cultura es europeo. En su juventud
apenas conocía nada del cristianismo. A los 16 años marcha a
Cartago, donde cursa estudios de retórica, donde el libro de texto
era el “Hortensio” de Cicerón, que es como una introducción a
la filosofía, sigue la línea del “Protéptico”.
A partir de aquí, le entra
interés filosófico, aunque por esta época se siente atraído por
el maniqueísmo e ingresa en la secta de oyente (es condición):
¿Por qué existe mal en el
mundo? Esta era una de las preguntas de la época. Si Dios creó el
mundo y es bueno ¿cuál es la explicación?
En el 375 vuelve a Tagaste
como maestro de retórica, y poco después se traslada a Cartago. San
Agustín empieza a dudar del dualismo maniqueo y tiene una entrevista
con un obispo naniqueo para aclarar sus dudas; pero no resolviendo
nada se aleja de los maniqueos.
En el 384 se marcha a Milán
como maestro de retórica. Aquí manifiesta sus primeras
inclinaciones hacia el cristianismo, sobre todo debido a los sermones
de San Ambrosio, obispo de Milán. Las lecturas del Nuevo Testamento
le convencen de que tiene que llevar una vida en concordancia, y en
el 387 se bautiza junto con su hijo.
Lleva una vida ascética en
consecuencia con sus creencias. Muere su madre, y en el año 388 es
nombrado sacerdote. Combate a maniqueos y plagiasistas, que
representan un problema porque acaban negando el dogma trinitario.
En el año 400 escribe “Las
confesiones”, obra en la que pretende hacer una exhortación de la
filosofía. Habla de su vida intelectual y privada, de las etapas
hasta su conversión.
El saqueo de Alarico en
Roma (410) llevó a pensar que los cristianos no defendían la
ciudad, ya que se negaron a usar las armas.
En contra de esta tesis
escribe “La ciudad de Dios”, donde desarrolla una apología del
cristianismo y una teología de la historia (no filosofía de la
historia). La escribe entre los años 412 y 426, y muere en el 430,
fecha en la que Hipona es sitiada.
Todas las filosofías
unitarias como Hegel o Marx, tienen características de esta obra.
Filosofía de San
Agustín (Teoría del Conocimiento)
Insiste en que la filosofía
procede del “creo para comprender”; dice que el conocimiento es
siempre una creencia, aunque no necesariamente a la inversa. Esta
creencia es sobrenatural, ya que supone creer en la palabra revelada;
y el conocimiento tiene un origen divino ligado a la iluminación.
La fe está para suplir las
deficiencias de la razón. Al filósofo clásico le faltó la fe,
sólo trabajó con la luz de la razón, mientras el filósofo
cristiano trabaja con ambas cosas, y con una verdad indivisible. El
hombre caído en lo temporal, se eleva por la fe a lo eterno, hacia
Dios. Tanto más se acercará a Dios en la medida en que comprenda
más y mejor.
Para Platón, el que conocía
era superior; para San Agustín, el que filosofa se hace cada vez más
humilde, comprende que no es nada.
La fe cristiana es la fe
verdadera, aunque también se puede conocer a Dios sólo por la
razón, pero esto les es posible sólo a unos pocos hombres (deja esa
vía abierta). La mayoría de los hombres conocer a Dios por la
venida de Cristo al mundo. La ignorancia de esta vía es la que
separa el cristianismo del platonismo.
Para San Agustín, la venida
de Cristo al mundo es un hecho histórico, y el conocimiento
científico parte de una creencia, por lo que debe admitirse que hay
que partir de la fe para alcanzar el conocimiento verdadero.
Por medio de la voluntad, la
sumisión, el hombre se somete a Dios. Pero esta sumisión no es
ciega o arbitraria, sino fruto de haber captado la credibilidad de la
Iglesia y las Sagradas Escrituras. Es necesario examinar con la razón
las pruebas que muestran la existencia de Dios, y sólo así puede
darse una fe. Nadie puede creer sin antes saber que es lo que ha de
creer.
El filósofo cristiano no
debe contentarse sólo con aceptar las normas de fe, sino que debe
esforzarse por conocer aquello que cree. Así, la fe no es un
sustituto de la razón, sino que es un auxilio para conocer más y
entender algo; pero la misma fe con la que cree le ayuda a entender
más.
Fe y razón se determinan
mutuamente, y desde la perspectiva augustiniana son una misma unidad.
La fe debe perseguirse, y el conocimiento de la verdad proporciona la
auténtica felicidad. El hombre siente que no es nada y se lanza a
Dios, que puede traerle paz y felicidad. Dios es la auténtica
verdad.
No se debe filosofar por
filosofar, sino para la consecución de la verdad, y as i la
felicidad; sólo alcanzando la verdad podemos ser felices. El hombre
que busca la felicidad pero aún no la ha encontrado, no puede ser
feliz; sólo es sabio quien conoce la verdad y no quien la busca.
San Agustín defiende que se
debe especular como medio para un auténtico fin: la consecución de
la verdad; sólo alcanzando la verdad se puede llegar a la auténtica
felicidad. Trata de demostrar que la sabiduría pertenece a la verdad
y a la inversa.
Así, critica a los
escépticos (la filosofía de que nada puede saberse con certeza) y
dice que falla al situar la verdad en el espíritu en vez de en los
sentidos. Su crítica constituye tres puntos:
- Los sentidos pueden engañarnos, pero no podemos poner en duda el acto mismo de la percepción. Percibo aunque no exista o exista lo que percibo; puedo equivocarme al hacer corresponder apariencia y realidad, pero de lo que no se puede dudar es de que yo percibo.
Los sentidos deben ser
tomados como sentidos (que se basan en la apariencia, no en la
realidad) y en ellos no radica el conocimiento, sino que radica en la
intelección.
- los sentidos nunca mienten, aunque podemos engañarnos a nosotros mismos pensando que las cosas son tal y como nos aparecen por los sentidos.
- Los escépticos están seguros de que de dos proposiciones disyuntivas contradictorias una ha de ser verdadera y la otra falsa (principio de no contradicción). Esta verdad es una verdad de la lógica formal, y el hombre accede a ella independientemente de los sentidos, al margen del mundo sensible, de la experiencia de los sentidos.
San Agustín se adelanta (a
la tesis cartesiana del “cogito”) y se pregunta qué decir de las
existencias reales, si estamos seguros de algún objeto real, de su
existencia. El hombre está seguro de su existencia, y aunque dude
de algunos objetos o de Dios esa duda afirma que él existe, y no
cabe que se engañe porque si no existiera no podría engañarse.
En “De libre arbitrio”
dice que está claro para un hombre que él existe, y tal hecho no
estaría tan claro a menos que dicho hombre estuviera vivo y
entendiese tanto el hecho de su existencia como el hecho de que vive.
Cabe concluir que el hombre está seguro de tres cosas: existe, vive
y entiende.
Así, en “De trinitate”
observa que es inútil que el escepticismo insinúe que el hombre
sueña y que por tanto ve esas cosas como sueños, porque el hombre
no afirma que está despierto, sino que lo único que afirma es que
vive y que aún cuando estuviera loco, estaría vivo, y eso lo
entiende. Además, un hombre es consciente de lo que quiere, y eso no
puede ser falso.
Los escépticos pueden
hablar de los objetos sensible, pero no pueden decir nada en contra
de la existencia del hombre, ni sostener que el conocimiento que el
hombre tiene de sí mismo es engañoso. Existimos y sabemos que
existimos, y ninguna duda puede suprimir este juicio, porque existir
y saber que se existe es un juicio previo a cualquier equivocación
posterior.
La verdad, para San Agustín,
es inmutable, eterna y absoluta. Esta verdad sólo se puede dar en
objetos ideales, no los sensibles (que devienen y cambian). El mundo
ideal prima sobre el mundo inteligible; lo universal no debe apoyarse
en la condición sensible, que supone cambio y mutabilidad, y la
morada de la verdad reside en su propio interior.
Para San Agustín, hay
diferentes grados de conocimiento:
1.- Conocimiento sensible:
sensaciones – objetos.
2.- Conocimiento racional:
razón – objetos + ideas
3.- Sabiduría –
entendimiento - ideas
gnoseología
ontología
- Es el conocimiento más básico (animales y hombres), pero hay que partir de él. Lo característico del hombre es la parte de su alma, que se corresponde con el pensamiento. El entendimiento es superior a la razón, y el conocimiento sensible sólo proporciona opinión. El cuerpo debe estar siempre regido por el espíritu, y éste siempre tiende hacia lo sobrenatural, hacia Dios.
- El hombre tiene un conocimiento racional del mundo corpóreo, y es capaz de elaborar juicios racionales sobre los objetos, contemplarlos, etc. Este es un conocimiento intermedio porque a partir de las ideas establece juicios sobre las cosas sensibles, sobre los objetos.
Trabaja con las sensaciones,
discierne, clarifica, etc; su misión es establecer conocimiento, nos
aproxima a la verdad aunque no la alcanza.
- La sabiduría a la que se llega por el entendimiento, es sin embargo contemplativa. El entendimiento, que nos conduce a la sabiduría, es el conocimiento que el hombre tiene de lo eterno, de lo inmutable, y nos hace comprender las esencias de las cosas.
Las ideas son la única
realidad, y éstas actúan como reglas de juicio que el hombre no
elabora, sino que están ya dadas. El hombre sólo las intuye por el
entendimiento, que es independiente de esas ideas y a la inversa.
El entendimiento es la
facultad suprema de conocimiento. Pero San Agustín pone de
manifiesto la incapacidad del hombre que está alejado de Dios, quien
interviene en el proceso de conocimiento. El entendimiento juzga con
modelos, con ideas, que transcienden al hombre y es Dios quien las
coloca en el alma de los hombres. Es Dios el que ilumina (analogía
con el sol platónico y la idea de bien).
La teoría del conocimiento
de San Agustín parte de la de Platón, pero le da un claro giro
teísta. Todo hombre descubre, cuando mira hacia su interior, que lo
incorruptible es mejor que lo corruptible, y lo eterno mejor que lo
temporal. Hay una razón superior a la humana por la que juzgamos las
cosas, porque del hombre no se pueden obtener estas ideas (de
eternidad, incorruptibilidad, etc). Pero, cuál es el origen de estas
verdades?
San Agustín coincide con
Platón en afirmar que la verdad es previa al pensamiento, que no la
crea sino que la descubre en nuestra alma, en nuestra interioridad.
Recurre a Plotino (panteísta) y le da un giro teísta afirmando que
la verdad está dada a los hombres por medio de la iluminación, pero
no elabora una teoría de la iluminación clara. En los “solilocia”
intenta mostrar su tesis de la iluminación.
A los ojos corresponde la
facultad de ver qué tiene el espíritu. Los objetos iluminados, las
normas del juicio y el sol se comparan con la verdad.
La iluminación divina hace
ver a las almas las verdades eternas. Lo que el hombre ve no es la
iluminación (Dios), sino que por mediación de él el hombre intuye
las verdades eternas. El conocimiento que el hombre obtiene de las
ideas actúa como regulador y hace que conecte, que vea la relación
entre las cosas creadas y las realidades suprasensibles.
Su teoría del conocimiento
tiene un contenido moral y religioso; naturaleza y gracia confluyen
lo mismo que razón y fe. En el fondo, San Agustín intenta explicar
lo inferior a partir de los superior (Dios), y no al revés.
Su teoría del conocimiento
está constituida desde un prisma teológico. Dios garantiza el
conocimiento; la iluminación es gracia, aunque no exclusivamente.
Para San Agustín, todas las proposiciones consideradas como
verdaderas, los son porque han sido iluminadas por Dios, y no es
posible conocer algo que no haya sido previamente conocido (recordar
pero no al modo platónico). Tenemos una especie de memoria que nos
hace recordar porque Dios ha puesto las ideas en nuestra alma, y
nosotros las captamos en la medida en que Dios las ilumina. Hay una
luz eterna de la razón por la que podemos conocer. El conocimiento
es el resultado de una acción divina.
Esto plantea problemas: el
individuo es un sujeto activo o pasivo en el proceso de conocer?
Interpretación
Ontologista
Nuestra razón intuiría las
ideas en la mente de Dios, no tendría las ideas impresas en su alma,
sino que captaríamos directamente a Dios.
Pero San Agustín entiende
que no podemos captar, conocer, a Dios hasta nuestro reencuentro con
él en la otra vida. No obstante esta teoría soluciona el problema
de cómo Dios creó el alma en los hombres.
Teoría Ejemplarista
Dios crea cada alma en
particular y pone en ellas las ideas. Pero si las almas están en
pecado nos llevaría a pensar que en Dios se encuentra el origen del
pecado.
Teoría del
Traduccionismo
El alma se transmite de
padre a hijo por generación del cuerpo, y en consecuencia se hereda
el pecado mortal. Con esto se hace depender al alma y al espíritu
del cuerpo.
Teoría Coordista
Para San Agustín existiría
en el hombre un entendimiento agente encargado de abstraer el
universal de las cosas sensibles, lo que tienen de inteligible. Pero
si hubiera algo como esto, que hiciera esto, sería Dios.
Teoría Historicista
Pretende entender a San
Agustín desde sí mismo y su obra respetando su ambigüedad. La
teoría de la iluminación oscilaría entre la idea de una
iluminación del contenido de las verdades fundamentales y una
iluminación del hombre con el fin de captar esas ideas.
Se trataría de mantener la
relación entre filosofía y teología; la verdad debe conocerse no
sólo para saber qué es lo que es (Dios), sino para alcanzar la
felicidad.
Prueba Noológica de
la existencia de dios
La prueba de la existencia
de Dios lleva de la propia evidencia de la existencia del hombre y de
su autoconocimiento a la existencia de la verdad absoluta (única
manera de conocimiento).
San Agustín llega a la
conclusión de que existe una verdad inmutable que contiene todo lo
necesariamente verdadero. Las ideas pertenecen a todos , una especie
de luz a la vez secreta y universal que sobrepasa el entendimiento
humano.
La razón encuentra algo
abstracto, eterno e inmutable: la verdad, que está por encima del
hombre, y si hubiera algo que está por encima también sería Dios.
Influencia y orientación
platónica. La teoría de la iluminación y la teoría del
conocimiento dependen de la comprensión de la verdad. Esta verdad
supone más que una verdad lógica que es una verdad ontológica
(Dios).
Parte de la indudable
certeza de que Dios existe, razona y piensa. La razón no es una
función, como otras, del hombre, sino que es lo que le define y
distingue; es la propia existencia del hombre.
Lo único que él conoce de
Dios es que no le conoce, ya que Dios no ocupa lugar y tiempo.
San Agustín también
interpreta la historia del género humano desde el punto de vista
teológico. Se trata de una teología de la historia cuya influencia
ha sido enorme. Sobre sus concepciones se han configurado a
posteriori filosofías de la historia que se han desarrollado de modo
especulativo, principio y fin unitario como en Hegel, Kant o Marx.
San Agustín la desarrolla
en La ciudad de Dios (412-426). Consta de 22 libros y es una
respuesta indignada a quienes decían que los desastres de Roma eran
causa del cristianismo.
Se divide en dos partes
(10-12); la primera es una apología del cristianismo, y la segunda
parte es una teología de la historia que consta de tres partes.
Los cuatro primeros libros
tratan del origen de las dos ciudades, la ciudad de Dios (celestial)
y la ciudad terrena. Los cuatro siguiente libros tratan del progreso,
y los cuatro últimos tratan de los fines.
Tiene una visión dualista,
maniquea, de la historia de la humanidad:
- Ciudad del mal: impíos y pecadores.
- Ciudad del bien: justos y hombres de bien.
En el fondo se trata del
conflicto entre dos amores. El hombre ama necesariamente, y se pasa
del amor a Dios hasta el desprecio terreno (funda la ciudad de Dios),
y el amor a uno mismo hasta el desprecio de Dios (funda la ciudad
terrenal).
Ningún símbolo externo nos
permite determinar cuál de las dos ciudades está detrás de cada
acción; están ambas mezcladas desde el principio de los tiempos, y
sólo Dios sabe quienes pertenecen a cada ciudad. La separación sólo
puede realizarla Dios, que sabe quienes están destinados a la
condenación y a la salvación.
Tiempo
La idea de tiempo es
teológica, es un enigma, es algo mutable, cambiante, …, y se
intenta explicar el tiempo desde la interioridad. Rechaza el tiempo
cósmico-cíclico de la antigüedad, ya que el tiempo es lineal
ascendente. Se basa en la teoría platónica.
Las cosas inmutables se
definen por su atemporalidad; así como el mundo sólo se puede
conocer por la idea, el conocimiento del tiempo presupone un saber:
la eternidad, ya que a través de ella se aproxima uno al tiempo.
Sólo desde lo inmutable se puede conocer lo mutable.
La eternidad excluye el
tiempo. Dios es idéntico a sí mismo, sin principio ni fin; la
eternidad es Dios.
No se puede atribuir la
existencia al pasado ni al futuro, sino sólo al presente que existe
tan sólo como transcurrir. Se puede hablar de ser de presente sólo
teniendo en cuenta el transcurso del presente, ya que tiende al no
ser; y esta tendencia al no ser es la esencia del tiempo, es esa
mínima unidad indivisible.
La representación es un
acto fruto del alma humana, es una actividad psicológica. La
presencia permanente, y con ello el ser del pasado, está en el
recuerdo del espíritu.
Existe el tiempo porque en
cada conciencia están tres modos de tiempo:
- pasado- recuerdo.
- Presente- apariencia.
- Futuro- esperanza.
Tan sólo el alma puede
presentarlos como una unidad; el antes y el después quedan
confinados a la memoria , es el espíritu mismo quien mide el tiempo,
que es apariencia y, por tanto, Dios no lo tiene.
Libertad
El hombre tiene la
obligación de amar a Dios (ha sido creado a su imagen y semejanza).
Gozará el hombre de libertad siempre que mire hacia Dios, y no lo
hará en caso contrario. La libertad no es otra cosa que amar a Dios:
“El hombre es tanto más libre cuanto más esclavo es de Dios”.
El hombre es libre para
elegir el bien o el mal. San Agustín concibe la humanidad como
humanidad caída, y a partir de ahí comienza la historia.
El hombre ha vuelto la
espalda a Dios para gozar de sí, y por este distanciamiento se
origina el mal, que es definido como un movimiento hacia el no-ser.
El hombre ha decidido alejarse del ser pecando. El hombre es libre y
es hombre porque tiene libertad (también para pecar). Cuando deja de
ser libre, deja de ser hombre para aproximarse a las bestias.
Contra pelagianistas, con el
pecado de Adán peca toda la humanidad. El hombre tiene libre
albedría y puede querer dirigirse a Dios, pero con su voluntad no es
suficiente; para conseguir ser libre de nuevo necesita la idea
divina, por eso ha venido Cristo al mundo, para redimir a los
hombres. Por medio de la gracia puede usar la libertad.
Historia
El eje está constituido por
la lucha entre las dos ciudades y la victoria de la ciudad de Dios;
se divide en tres tiempos:
- 1ª Fase: los hombres viven sin leyes, y sólo contaban con su débil razón.
- 2ª Fase: viven bajo la ley.
- 3ª Fase: viven bajo la gracia divina.
San Agustín parte de la
revelación como premisa básica y utiliza la razón. En tanto que la
historia es la realización de los designios de Dios, sólo se puede
captar la esencia de la historia por medio de la revelación.
Construye una historia
lineal. Utiliza un esquema lineal que caracteriza a cualquier
filosofía de la historia más reciente. Es una teología de la
historia.
No utiliza un método
típicamente filosófico, sino que consiste en fundamentar las
premisas de las que parte en citas bíblicas. Utiliza la verdad
revelada para construir su teoría de la historia, y además lo
justifica con la fe, no con la razón.
Platón utiliza los mitos
con ironía, los critica, mientras que San Agustín los toma como
verdad.
San Agustín quiere
presentarnos la historia universal como historia de la cristiandad.
Hace una historia que intenta unir pueblos (todos los hombres como
hermanos) y al final la humanidad queda dividida entre cristianos y
no cristianos.
La historia universal que
construye es una teología dogmática. Se trata de hacer una historia
de la humanidad en la que los hombres son marionetas manejadas por
Dios. Es apocalíptica y escatológica. Se trata de ver de qué forma
se puede organizar todos los acontecimientos sociológicos,
políticos, etc, según un prisma teológico.
Las Dos Ciudades
Los hombres pertenecen a una
u otra ciudad según amen a Dios o a sí mismos. En comparación con
Platón, la ciudad de Dios sería la ciudad de las ideas, y la ciudad
de los hombres sería la sombra de las ideas. Pero su teoría de las
dos ciudades no es equiparable exactamente con Platón porque ésta
tiene intereses teológicos.
Aveces tiende a identificar
a la ciudad de Dios con la Iglesia, y la ciudad terrenal con el
Imperio; pero no puede afirmarse. San Agustín concibe la relación
entre Imperio e Iglesia de manera ambigua. En la ciudad del bien, los
hombres tienen un carácter místico y se guían por el amor, que es
la idea espiritual.
Respeta el estado, y un
buen cristiano debe respetar la ley e incluso defender con armas la
ciudad, pero por otro lado no hemos de olvidar que las verdaderas
leyes son las leyes naturales. La Iglesia debe tratar de impregnar al
estado con sus principios; es superior al estado, es la organización
perfecta y ha de respetar la uniformidad del estado (agustinismo
político).
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