viernes, 27 de diciembre de 2013

Vitalismo

El vitalismo, como otro movimiento paralelo, se inicia en el siglo XX en el existencialismo de Kierkegaard, pero vitalismo y existencialismo son cosas diferentes.
El vitalismo arranca de Kant, Schopenhauer acepta la filosofía kantiana considerando que no se puede volver atrás de Kant, por lo que critica a Schelling, Fichte o Hegel. Schopenhauer vuelve a retomar a Kant admitiendo la distinción entre noúmeno y fenómeno, pero viendo al noúmeno como algo negativo. El noúmeno no es algo cerrado para la filosofía. Schopenhauer dice que existe el mundo como representación objetiva o psicológica. El mundo nouménico es la voluntad, está en el mundo de las ideas psicológicas, mundo de Fichte. Así, Schopenhauer distingue otro mundo inconsciente, un mundo al que podemos tener acceso a través del inconsciente.

En Schopenhauer encontramos una polémica importante: la de Pascal y Descartes. Afirma que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, pues supone que hay una lógica de la razón diferente a la del corazón. Para Descartes, el mundo de las pasiones era irracional. Sin embargo, Schopenhauer insiste en que la lógica de la pasión es diferente a la de la razón, y recoge esto de Pascal, descubriendo un nuevo terreno. Así, Schopenhauer entiende el mundo como voluntad y como representación, el mundo fenoménico no es el de la verdad, que será el nouménico, mundo de la voluntad o mundo de la vida. Descubre que la filosofía ha tratado al ser humano como consciente material, pero no como seres vivos aislados con los que compartimos conductas. Los sujetos humanos, como los organismos biológicos (especie humana) vienen del mundo. La idea de Schopenhauer del individuo tomado como un animal, tomada en serio, pasará luego a Nietzsche: lo humano propiamente dicho es escapar al determinismo biológico.
La explicación de la vida de Schopenhauer va unida a la especie, los individuos soportan el hecho de que, cuando se reproducen, la vida se acaba. Esta es la tradición del vitalismo, que ya se vería con Pascal. Pero Schopenhauer será quien ponga estas ideas en funcionamiento.

La relevancia del vitalismo es desarrollar una filosofía literaria. Schopenhauer era un gran escritor, al igual que Nietzsche y Ortega. Al hablar de metafísica en Schopenhauer, no se admite una metafísica prekantiana, sino que lo que plantea es que la filosofía siempre hace una reflexión sobre los fundamentos últimos; y, si se trata de buscar más allá, hablamos de meta-física o conocimiento meta-científico. En este sentido, metafísica no tiene el mismo sentido que en Aristóteles, pues el vitalismo elude los planteamientos ontológicos. Esto es, Schopenhauer no renuncia a la filosofía, pero sí al problema filosófico. Nietzsche, como seguidor de Schopenhauer o Von Hermann, sigue en esta línea. Nietzsche es discípulo de Schopenhauer, aunque en algunos puntos le supera.

Esta filosofía de la segunda mitad del siglo XIX, que estaba más en la línea de los neokantianos, no la encontramos en la universidad de la época, sino en los artistas, en los románticos, etc. Esta corriente filosófica tuvo una gran importancia en los autores españoles de la Generación del 98, como Unamuno, que se convirtieron en traductores de Schopenhauer o Nietzsche. El vitalismo entró mejor en España que la Ilustración, aquí la filosofía vitalista cuajó en la cultura hispánica, y la tradición vitalista en España tiene mucha más importancia que el marxismo o el positivismo. El vitalismo influyó y produjo unos pensadores que crearon una filosofía que se pone a la altura de los alemanes, como por ejemplo Ortega frente a Heidegger. Así, la tradición vitalista que se inicia con Schopenhauer o Nietzsche arraiga realmente en España, donde la clase alta imita al pueblo. La Ilustración, en otros países, no haría esto. El pueblo, en Goya, era tan creativo que hacía que las clases altas lo imitara, de aquí la diferencia con Francia o Inglaterra.
El krausismo se puso de moda en España, es una especie de copia de Schelling, que era el autor más cercano a posiciones vitalistas. Baroja es también un vitalista seguidor de Schopenhauer. La filosofía de Schopenhauer era tabú, así como también llaman nazi a Nietzsche, eran autores prohibidos, y hasta ahora no descubrimos la importancia de Ortega. La generación de G. Bueno, con la dictadura, sólo podía ser marxista o positivista. Por ejemplo, Bueno tenía pánico a Schopenhauer o Nietzsche, no fuera que se le acusara de nazi.

El vitalismo, como el estoicismo antiguo, plantea una filosofía nueva. Con los cambios del siglo XX, se produce un cambio en la época de M. Scheller y Ortega (raciovitalismo), ambos influidos por Nietzsche y que recogen la tradición vitalista. M. Scheller se basa en el vitalismo y en Heidegger, pero va más hacia la rama existencialista, mezcla la fenomenología con el existencialismo. El existencialismo en el siglo XX deja de ser una posición literaria. La similitud de Ortega con el vitalismo o existencialismo, se compara con corrientes de la Antigüedad, con la existente entre estoicos y epicúreos, aunque estaban en cierto modo enfrentados. Estos hacen una fundamentación antropológica de la filosofía, el sujeto humano como ser a la mano, no como generación, sino como homínido en el mundo preocupado y ser para la muerte. Ortega critica el existencialismo y se opone a Unamuno, porque el supuesto de la filosofía no es la existencia, sino la coexistencia de un sujeto con un medio, esto es el vitalismo; se trata de un sujeto como ser con el mundo, no en el mundo. Alguien que esté comparando esto nos remitiría a Schelling (sujeto-objeto/identidad), es decir, el sujeto en el mundo con el mundo, sujeto biológico que tiene un medio. El existencialismo sí se desarrolló en la época de Heidegger. Pero existencialismo y vitalismo son similares, para el positivismo y el marxismo serían algo irracional. Este es uno de los motivos por los que el existencialismo y el vitalismo no arrancan en Inglaterra o Francia, sino en España con Unamuno y Ortega respectivamente. El vitalismo está, así, más abierto y suele seguir haciéndose mejor que el existencialismo.

El vitalismo tiene un esquema, un sistema, que está aún por desarrollar. Ortega pone las bases del raciovitalismo, pero no lo desarrolla; y, si lo hubiera desarrollado positivamente, lo hubiese hecho mal. Ortega es como Descartes, que tenía una visión fundamental, pero no un método; es decir, Ortega tiene una filosofía, pero no la desarrolla porque necesitaba un método nuevo. El vitalismo es una corriente con un periodo: primero tenemos a Schopenhauer, Nietzsche y Bergson, es un vitalismo más potente, y después Ortega plantea un segundo momento de este movimiento que no llegó a desarrollar, que está aún por desarrollar. Ortega reforma el vitalismo, lo llama raciovitalismo. En el existencialismo sí se hizo este desarrollo, con Kierkegaard o Heidegger y M. Scheller.

La crítica ecologista actual tiene mucho que ver con el vitalismo, que aún tiene mucho que decir en el siglo XXI: somos hijos de la tierra, y si se agota la tierra ¿qué se hará? La ciencia depende de la tierra para observar la vida. La especie humana, en definitiva, es una especie animal, y el vitalismo ve esto.

Pondremos a Schopenhauer como primera figura del vitalismo, pues es el iniciador de esta corriente filosófica, de gran importancia en los últimos años. La figura de Schopenhauer es muy polémica en lo personal, pero hay que diferenciar su obra de su persona. Nietzsche seguirá plenamente a Schopenhauer, aunque con algunas modificaciones. La diferencia o ventaja de Schopenhauer con respecto a Feuerbach o Comte es que el primero parte de Kant, no se remite a teorías anteriores, prekantianas. Shopenhauer parte de la filosofía de Kant y considera la distinción noúmeno/fenómeno reinterpretándola.
Lo que había hecho Kant en Europa es como hacer una operación de cataratas a un ciego: el mundo fenoménico no es el único existente. Para Kant, el mundo nouménico es inaccesible a la pura conciencia, pero tenemos acceso a él por otra vía, por lo inconsciente, por la voluntad. Así, se entiende lo nouménico como algo positivo, algo a lo que tenemos acceso por el inconsciente, por la voluntad. Para Schopenhauer, el problema en Kant es que éste dudaba sobre este mundo. En la segunda edición, Kant se aleja más del noúmeno como algo positivo, y esto es algo que ve Schopenhauer, quien interpreta mejor la segunda edición. Tenemos acceso al noúmeno por una intuición irracional de las pasiones, los instintos, lo que llamará mundo de la voluntad, de la vida, que es la última realidad a la que tenemos acceso. Esto es una superación del idealismo, donde se elimina al noúmeno.

La filosofía anterior creía que podría explicar toda la realidad. Shopenhauer dice que, para explicar el mundo de las representaciones, hay que ir más allá de la conciencia, es decir, la vida a la que no llega Fichte. Por ello, estaría más en el lado de Schelling. Schopenhauer ve el mundo como representación, como mundo de la vida, del inconsciente, o mundo de la voluntad, que él considera ciego, no es consciente. Esta crítica al idealismo se debe a que éste sólo ve una parte de la realidad del mundo. La raíz de las representaciones está en el inconsciente, y esto ya lo ve Fichte. Para Schopenhauer, la superación de Fichte y Kant es la concepción del mundo como idea y realidad. Sin embargo, el idealismo sólo reconoce el mundo como idea, mientras que Schopenhauer va al mundo de la vida, y afirma que no podemos ir más allá de la vida.
Para Schopenhauer, la voluntad es “lo sin fundamento”, no podemos ir más allá. Esto ya había sido introducido por Schelling como “lo sin razón”, por eso llaman al vitalismo irracional: es un antirracionalismo. El fundamento de todo, para Schopenhauer, es la vida, por eso no se puede dar razón de ella; y el principio que rige toda vida es la producción de más vida, y esto es puramente racional. La vida no está ordenada, no tiene un fin, sino que los sujetos humanos son instrumentos de una fuerza ciega. Así, se va contra el modelo clásico griego. La moralidad es caótica, la vida es una producción caótica, y los individuos están sometidos a la especie, están sometidos a pasiones que desconocen y que rigen la vida. Los deseos, que rigen la vida, son los que constituyen a la especie humana, sobre todo el deseo sexual, ya que favorece la especie, y esto lleva a una lucha con el otro. Schopenhauer muestra la idea de individuo como sujeto que asume que la vida que existe es esta, y ve la muerte como liberación.

Shopenhauer se inspira en los objetos religiosos de la India, el nirvana. Abre una vía realista a la vida, que es la única que se vive, no como en el caso del cristiano, sino más bien como el ser hijos de la tierra de Nietzsche. De este modo, la temporalidad de la existencia está ya en Schopenhauer, quien también afirma que las leyes que rigen esta voluntad están regidas por el dolor. Así, la vida oscila entre dos extremos, el de la necesidad y el del dolor. Para él, ante la vida cabe una salida, que es neutralizar la vida o voluntad, que es el egoísmo, que hace luchar a unos con otros. Por ejemplo, el budismo pone el acento en la compasión, a modo de estrategia para romper el egoísmo. Se trata de un antídoto contra el dolor de la existencia. Schopenhauer, como demuestra, es enemigo de las religiones monoteístas occidentales. Pero, admite, sin embargo, algunas corrientes como el ascetismo o el anacoretismo como represión de la voluntad que consigue cierta liberación. Para Schopenhauer, la filosofía debe proporcionar la ataraxia, por lo que recupera el sentido estoico y epicúreo de la filosofía. Esto es, la ética del autodominio y la liberación del dolor de la existencia por la filosofía, a través del conocimiento.

Es más, el arte, la contemplación estética, es algo desinteresado, por lo que la filosofía debe tomar esta contemplación del arte. La filosofía es un intento, un saber que accede a ver el mundo como es. Por el contrario, la ciencia no nos da el mundo como es, y esto es algo que ya subraya Bergson. La ciencia intenta dominar las fuerzas de la naturaleza, mientras que la filosofía no. La filosofía debe ver qué es lo que hay en la realidad en sí, no debe darse, como en ciencia, un conocimiento interesado, sino que debe dar una contemplación desinteresada como el arte. Así, el artista y el filósofo se emparentan como conocedores de la verdadera realidad.


Schopenhauer diseñó la estrategia de la filosofía como conocimiento supremo ejemplificado en el arte y en la ética. El vitalismo sería la continuación filosófica de lo captado por las religiones orientales. 

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